El escritor holandés se afianzó como una de las voces más subyugantes de la novela europea contemporánea.
por Mora Cordeu
Retazos de una historia, en parte tomada de la vida real aunque aparezca camuflada en la ficción, y personajes similares a los que avizoramos en la sociedad de estos días conforman el material con que el escritor holandés Herman Koch amasa su literatura, como muestra en su última novela, “Estimado Señor M.”
El personaje principal de este libro, publicado por Salamandra, es un reconocido escritor que 40 años atrás escribió una novela titulada “Ajuste de cuentas”, cuyo argumento encajaba en un suceso real sin resolver, dejándolo varado entre sospechas y conjeturas, además de involucrar a dos jóvenes por el resto de sus vidas.
El mundo inquietante en que se desenvuelven hoy los jóvenes, la ambigüedad moral y la hipocresía de una sociedad cuya violencia aparece reflejada en las noticias cotidianas, son temas abordados por Koch, quien saltó a la fama con la novela “La cena” (Salamandra, 2010), un título que con más de un millón de ejemplares estuvo entre los diez más vendidos del The New York Times.
A este libro le siguió “Casa de verano con piscina”, con similar repercusión, y “Estimado Señor M.” ya ha vendido solo en Holanda cien mil ejemplares, consolidándose como uno de los narradores europeos más provocadores y estimulantes.
La novela “La cena” estuvo basada en un hecho real, lo mismo que pasa en su último título, pero desde la ficción, generando desde el vamos esa complicidad con el lector, un elemento siempre presente en la escritura de Herman Koch (Arnhem, 1953).
En un diálogo con Télam vía mail, el holandés alude a sí mismo sin nombrarse y a esos mecanismos que pone en marcha para urdir sus tramas -nunca encuadradas en un solo género- que admiten un disparador real o el simple ejercicio de la imaginación.
– ¿Cuál fue el disparador de “Estimado señor M.”?
– La idea de que alguien pueda perder su inocencia porque algún escritor decide escribir una novela de ficción sobre su vida. La ficción se toma luego como la realidad, lo que ha ocurrido de verdad queda en un segundo plano.
– En esta novela aparece el universo de un escritor, con lo que esto implica: la distancia entre ficción y realidad o la mixtura entre ambas ¿Qué te interesó resaltar de estos temas?
– A mi siempre me ha interesado el poder que puede tener un escritor sobre la realidad. Que la historia sea lo más verosímil posible es lo más importante, no que la historia sea fiel a la realidad. Creo que todos hacemos eso, no solo los escritores: cuando contamos algo sobre un viaje que hicimos nos interesa armar una historia interesante. La verdad y la realidad pueden ser sosas, aburridas y a veces es bueno aderezarlas un poco.
– Esta ficción admite lecturas múltiples con argumentos que se van hilando a lo largo de la trama ¿Tenías claro de entrada adónde te iba a llevar “Estimado Señor M.”?
– No, no tenía nada claro adonde iba a ir esta novela. Solo después de escribir la primera parte decidí usar voces y puntos de vista de otros personajes. Y al no haber construido la trama de antemano me costó bastante trabajo hacer todos los enlaces necesarios para que el conjunto tuviera coherencia y no quedara nada suelto en el relato. Tardé más o menos dos años y medio en escribir este libro y dos meses antes de llegar al final todavía no sabía dónde estaba. Tuve que articular diferentes puntos de vista narrativos en esta historia que transcurre en el presente y en el pasado.
– ¿Pensás que la literatura puede iluminar o establecer puentes con la realidad?
– Creo que una novela tiene que parecer real, como lector tienes que olvidar que estás leyendo ficción porque da lo mismo, en definitiva, cuál es el punto de partida de la trama. Siempre hay un trasfondo de realidad que se pone en juego, uno construye desde lo que sabe y conoce.
– ¿Puede ser peligroso tomar hechos de la vida real para ficcionalizarlos? ¿Puede significar un tipo de violencia extraliteraria?
– Hay que andar con cuidado. No puedes hacer daño a la vida privada de nadie, ni a la propia vida privada. Yo siempre intento usar solo una pequeña parte de la realidad y luego transformarla lo máximo posible.
– Ese esbozo del mundo de la literatura que tiene la novela, ¿se corresponde con la realidad de los escritores holandeses?
– Sí, por completo! No hizo falta inventar nada, ni hacer una sátira. Solo describir la realidad es suficiente para poder reírse de tu propio mundo.
– Una novela adentro de tu novela lleva inevitablemente a una reflexión sobre el propio acto de leer y escribir ¿Tuviste esa percepción?
– Sí, quería escribir una novela que llevara todo eso dentro: lo que es lectura y lo que se considera literatura. En este caso sobrevuela el daño que puede hacer un escritor a sus personajes tomados o no de la realidad.
– Algo que siempre sobrevuela tu escritura es una cierta ironía, el humor que surge de manera inesperada ¿A que lo atribuís?
– Para mí una novela sin humor es como tu plato favorito, pero sin sal. A mí me sale así como algo inevitable, es un reflejo absolutamente espontáneo.
Télam.